1/26/2012

FLECHA “LA GALGITA VALIENTE”

De todos sus hermanos “Flecha” fue siempre la menos llamativa, su pálido color marrón, su menor tamaño y su carácter miedoso y esquivo la hicieron siempre pasar inadvertida a ojos de su amo.
            Cuando los domingos salían al campo, mientras sus hermanos tomaban lecciones para convertirse en buenos cazadores, ella nunca prestaba atención, siempre había algo que la distraía; el vuelo de una mariposa, el canto de una chicharra, cualquier cosa le parecía más interesante que las explicaciones de su amo.
            Siempre fue distinta; según su madre, un galgo, un buen galgo, debe ser sobre todo rápido en la carrera, ligero como el viento, silencioso, audaz…………Y ella no, no es que no fuera rápida, es que no le interesaba serlo; en vez de entrenarse corriendo a los gatos de la granja vecina, FLECHA jugaba con ellos.
Y no sólo era amiga de todos los gatos del  vecindario, también se decía que frecuentaba la amistad de Oso (el viejo mastín vagabundo), que de cuando en cuando se dejaba ver por el vecindario acompañado de una vieja y astuta liebre.
Cuando FLECHA se enteraba que andaban por los alrededores solía visitarlos. Le gustaban las historias que liebre contaba acerca de los remotos países en los que había estado. Este último viaje lo había hecho a Europa; había estado en Alemania, Belgica y Holanda y allí había conocido galgos adoptados por familias que vivían en casas con bonitos jardines.
            Esa misma noche llegó a casa, decidió hablar con su madre. “¿Quién te ha metido semejantes tonterías en la cabeza?” -le replicó su madre.
“Los galgos sirven para la caza, así es y así ha sido siempre, FLECHA, y nada más” –continuo su madre, y tú has de aprender y ser buena cazadora, si no el amo te venderá o regalar a algún amigo que no tendrá compasión de ti al ver que no cazas y o te abandonará a tu suerte en algún bosque o te pegará un tiro.
- “Pues yo no quiero perseguir a las liebres hasta darles alcance y matarlas. A mí me gusta correr, pero correr detrás del viento, jugar con mis amigos, con Liebre……”
Su madre la miraba con ojos de sorpresa, no daba crédito a lo que escuchaba.¡ Cómo podía su hija ser amiga de una liebre! Las liebres deben ser cazadas por los galgos.
En Europa hay países en  que las familias adoptan galgos de España, y no precisamente para cazar  sino para que vivan con ellos, para cuidarlos, darles cariño y quererlos.
Esa noche, Flecha no consiguió conciliar el sueño; cerraba los ojos y se imaginaba en un gran jardín lleno de flores y una familia que la llamaba, que la acariciaba y le daban muchos mimos.
A la mañana siguiente mientras el amo, su madre y hermanos se preparaban para salir de caza ella se escondió. Nadie la echo en falta cuando su  madre y hermanos saltaron al remolque donde el amo los llevaba.
Se puso en camino. Mientras se alejaba de lo que había sido su hogar miró atrás, pensó en su madre y le pareció verla, allí a lo lejos, diciéndole adiós y deseándole suerte.
FLECHA sabía lo que quería y desde luego no era que su amo la regalara a un desalmado que la explotara cazando o criando cachorros y cuando fuera vieja le pegara un tiro o la colgara de un árbol. Ella quería una familia que la protegiera y cuidará; quería correr por los jardines que había visto en las fotos que Liebre le había enseñado tantas veces.
Sabía dónde dirigirse, Liebre le había hablado de una Protectora de Animales llamada SCOOBY. Estaba lejos, pero Flecha era muy rápida. Corrió y corrió sin descanso, un día tras otro hasta que llegó a una pequeña ciudad. Recordaba las indicaciones de Liebre pero estaba algo desorientada. Se sentía muy débil, llevaba días corriendo y sus patas empezaban a no querer sostenerla en pie.
Tenía que descansar y dejó de correr. No sabía dónde estaba, sin darse cuenta se había adentrado en un bosque y no le gustaba nada lo que oía: ladridos, voces, disparos a su alrededor…. ¡estaba en medio de una cacería!
De repente un fuerte golpe en el cuello la hizo tambalearse, un dolor horrible le recorrió todo el cuerpo. Una bala le había alcanzado de lleno y comenzó a perder mucha sangre.
Flecha pensó en Liebre y se levantó del suelo, no podía quedarse allí, los perros la alcanzarían y los cazadores acabarían matándola.
Volvió a pensar en Liebre y en su madre. Tenía que llegar a Scooby. Esto le dio fuerza y empezó a correr, mucho más deprisa; no sabía dónde iba, sólo quería alejarse de ese infierno. Pocos kilómetros consiguió recorrer, estaba muy débil.

Al día siguiente, cuando llegué a la Protectora y saqué a León, nuestro mastín, al patio delantero me extrañó su manera de ladrar; quería avisarme, había visto algo. Salí y allí estaba Flecha, había perdido el conocimiento pero había llegado a su destino.
La cogí en mis brazos, era un puñado de huesecitos; estaba tal delgadita que parecía se fuera a romper de un momento a otro. Estaba llena de sangre y con una herida de lo que parecía un disparo que no tenía buen aspecto. Sus patas estaban destrozadas, llenas de arañazos y cortaduras.
La llevamos corriendo a un veterinario y aquí la tenemos entre nosotros, en el refugio.
Flecha es delgadita, su carita pequeña, su aspecto frágil y delicado. Es buena, cariñosa y la galgita más fuerte y valiente que yo conozco; pero su mirada es triste, todavía es triste.
Flecha sigue soñando con una familia que la cuide y la mime.