Una
tarde de domingo después de una tormenta de lluvia salimos a dar un paseo como
de costumbre a nuestros perros por los caminos que rodean el pueblo.
A un
par de kilómetros del pueblo, en un pequeño pinar vimos a lo lejos un
trasportín junto a uno de los árboles.
Nos
acercamos para ver lo que había dentro y allí estaba Piñón, un gato adulto y
grande (de unos 7 kilos), con la mirada perdida en estado de shock, inmóvil del
miedo que tenía. No se había atrevido ni a salir del trasportín y huir…
Alguien
le había llevado desde su casa hasta ese pinar para dejarle allí solo,
abandonado a su suerte…
Buena
suerte!!! Porque le encontramos y pudimos rescatarle a tiempo!!!
Le
miramos, le hablamos, le tocamos para saber si estaba en buen estado y empezó a
maullar muy asustado… habíamos conseguido que saliese del estado de shock!!!!
Estaba
abandonado y muy asustado en mitad del campo, no entendía porque su familia le
había llevado hasta ese bosque y se habían ido sin él.
Le
habían sacado de su casa cuando nunca había salido a la calle. Piñón solo había
visto la calle desde la ventana de su salón…
Después
de comprobar el estado del gato, cerramos el trasportín y lo cogimos para
llevarle a un lugar seguro, a nuestra casa.
De
camino a casa, al pasar por una plaza del pueblo en un contenedor estaban
tiradas todas sus cosas.
Habían tirado a la basura… su manta, su rascador, su comedero, su
arenero… ¡Todo! Se han deshecho de él y de todas sus pequeñas pertenencias.
¿Por
qué ya no me quieren? Estoy muy triste… se pregunta. Ahora Piñón busca un hogar
donde volver a encontrar la felicidad de una familia.