Recientes datos apuntan a Castilla y León,
donde se encuentran los cuatro refugios de Scooby, como la comunidad española
más violenta con los perros. Esta es tierra de caza y de violencia en nombre de
las “tradiciones”, una tierra de refranes donde; “vale más el collar que el
galgo”.
Llevamos más de 20 años mostrando al mundo lo
que muchas personas hacen aquí para deshacerse de los perros que ya no les
valen ni para triunfar, ni para fardar, ni para ganar dinero. Y mostramos sus vergüenzas, no solo en los ámbitos cercanos y
transigentes con estas prácticas, se lo mostramos al mundo y eso escuece.
Este año hemos encontrado hogar a 1294 perros
y el 80% de estas adopciones se ha producido en el extranjero. De no ser por
otros países, hace mucho que tanto nosotros como otras muchas protectoras, no
podríamos acoger animales. Los galgos y podencos descartados seguirían en lo
pinares ahorcados, en el fondos de los pozos, y en el mejor de los casos vagando
aterrados por las zonas rurales comiendo de los contenedores.
Por eso aproximadamente 20 veces al año nos
ponemos en marcha para realizar un nuevo viaje a Europa. Actualizamos los
permisos de la furgoneta homologada, su certificado de limpieza y desinfección
y la autorización de nuestros conductores. Vacunamos, esterilizamos y revisamos
a los animales. Cuando están listos para viajar acudimos a la Junta de Castilla
y León con los datos identificativos y cartillas sanitarias de cada uno de ellos,
de sus adoptantes, lugar de destino y quiénes serán los responsables durante el transporte. Toda esa
información queda registrada en el sistema oficial TRACES y obtenemos sus
pasaportes europeos para que puedan viajar. 48 horas antes del viaje un inspector
veterinario del gobierno regional acredita que todo está en orden.
Es entonces, con todos los papeles en la mano, y casi
siempre en viernes por la tarde, cuando los perros suben a la furgoneta. Nuestros
conductores, dos voluntarios que dedican su fin de semana al viaje, se turnan
al volante para llegar cuanto antes a Holanda; 16 horas de viaje, a Francia; 11
horas, a Italia; 19 horas, o al fin del
mundo…
Cuando llegamos al destino suelen estar ya en
el punto de encuentro las familias adoptantes esperando, impacientes por
conocer a sus perros. Uno a uno los vamos bajando de la furgoneta; alegría,
abrazos, caricias y hasta lágrimas. Después, ese mismo día o al día siguiente, las
autoridades del país contrastan toda la documentación; cada microchip y cada
pasaporte.
Llega entonces el momento de volver a casa con
la furgoneta vacía de perros y llena,
muchas veces, de donaciones de comida y mantas para el refugio. La satisfacción
de saber que comienzan una nueva vida, que van a ser queridos y respetados, nos
acompaña todo el trayecto hasta que llegamos de nuevo a la realidad del refugio…
¿Cuántos más viajes tendremos que hacer?
¿Cuándo España cambiará su forma de tratar a los animales?
Scooby Protectora y Santuario.